lunes, 15 de agosto de 2016

Día 7. 1 de agosto. Uyuni/Salar

Nos juntamos a desayunar sobre las nueve. Tenemos algo de tiempo. No nos recogen los coches hasta las once. Se pasan por el comedor Sofía y Alex, la primera bastaste recuperada y el segundo que no ha ido a más. Los dos a suero de momento. Pero son buenas noticias, nos estamos recuperando. A tope¡¡¡¡. Aprovechamos para subir al mirador del hotel y hacer alguna foto más de este hotel y entorno tan espectacular.
A las once, todos, menos Sofía, que se queda descansando un poco más, salimos a Colchani, a 20 km de Uyuni, al mercado de artesanía.  Muchos gorros, tejidos típicos, y  cosas hechas enteramente de sal. Casi todos compramos algunas cosas. La mayor concentración de Toyotas Land Cruiser que he visto. tal vez sea el sitio donde he visto la mayor concentración de turistas en este viaje, aún así, unas pocas decenas y dispersos por el mercadillo.


Aprovechamos para hacer alguna compra. Es el sitio más barato para comprar artesania y ropa que hemos visto en todo el viaje. 


Visitamos  un local donde realizan el proceso tradicional de la transformación de la sal de mesa, fina y gorda. Un señor muy campechano nos explica el proceso, es artesanal hasta el cierre de las bolsas que lo hacen a soplete. Compramos alguna bolsita de sal por 1 bolivar.
Pasamos por el hotel a recoger, ahora  si, a Sofía, y salimos al desierto de sal. El salar de Uyuni es el mayor desierto de sal y más alto del mundo, con una superficie de 10.582 km2. Está más o menos a 3.650 metros de altitud. Es la mayor reserva de litio en el mundo con el 50-70 % del litio mundial, también cuenta con importantes cantidades de otros minerales.

Me está costando encontrar palabras para describirlo.Todo es blanco. No existe nada más que el blanco. Un blanco saturado que contrasta con la luz del cielo. La intensidad de la luz solar y su reflejo en el mar de sal aturde. Se hace imprescindible usar gafas de sol (ya estábamos avisados).
Paramos en el primer hotel de sal construido, en medio del desierto, ahora en desuso como hotel, parece que por problemas con los saneamientos y pozos negros.

Se viene celebrando en el salar una emblemática etapa del Dakar. Hasta ahora pasaba por dentro del desierto de sal. Parece que creaba bastantes problemas de deterioro del espacio natural y algunas riquezas arqueológicas. Este año pasa por el perímetro del salar. Hay un monumento del Dakar hecho con bloques de sal y al lado las banderas de los países participantes. 


Aquí, dentro de lo que era el hotel, los conductores nos preparan una especie de pic-nic. A base de ensaladas, quinoa, chorizos y carne de llama.. Es la primera vez que la pruebo, no esta mal.
Fuera más fotos. es tan impresionante que hasta las hacemos en cadena...


El salar esta salpicado de islas, las más grandes, la Isla del Pescado y Incahuasi. Esta última cuenta con el atractivo de los enormes cactus que aloja. Partimos a Incahuasi. No es fácil conducir por aquí. No hay referencias, no hay cartografía, parece que los aparatos electrónicos en general y posicionadores GPS en particular suelen "despistarse" por la cantidad de minerales (en el Dakar ha habido bastantes perdidas por este motivo). Las distancias son totalmente confusas, no hay referencias, el horizonte es igual y esta siempre en el mismo sitio. Cuando se ve la isla aun faltan 80 kilómetros y parece que no se llega nunca. No es posible ir muy rápido, lo máximo 80 km/hora. Hay algunos desniveles y agujeros. El suelo es muy rugoso y áspero. El consumo de neumáticos es altísimo, según nos contaban los conductores, como mucho tres meses.
Cuentan que los caballos de los conquistadores españoles no eran capaces de atravesar el desierto de sal. Es por eso por lo que esta isla se convirtió, durante un tiempo, en un lugar de refugio para algunos incas, quienes gracias a que se desplazaban en llamas, podían llegar hasta la isla, de aquí su nombre, casa del inca (Incahuasi).
Donde hemos alucinado con las vistas del salar y los cactus gigantes, de más de 10 metros de altura, y las vistas sobre el salar. Si de la visión del antiplano decía que no parecía de esta mundo, el salar de Uyuni parece totalmente imposible e irreal.



Terminada la visita retomamos camino para ver la puesta de sol al Cementerio de Trenes que testimonia la histórica retirada de los trenes del oeste boliviano.

Tras la Guerra del Pacífico que enfrento a Chile con Bolivia y Perú (entre entre 1879 y 1883), Chile se anexionó el Departamento de Atacama, dejando desde entonces a Bolivia sin salida al mar. Hay una reclamación territorial para una devolución que parece imposible. Había una importantísima línea férrea que unía Uyuni con Antofagasta (ahora chileno) y que servía para transportar minerales. La perdida de la salida al mar dejo muertas la vía férrea, la estación (la primera del país), y los trenes. Las vías a ninguna parte. Soledad en estado puro.
Es un lugar para pasear en silencio. La imagen de los trenes varados cubiertos por el oxido, proporciona una sensación de soledad y de maldición. Es como, una vez más, en estos parajes de Bolivia el tiempo estuviera detenido, o simplemente desparecido....
El rojo del óxido de algunos vagones se funde con el de la arena, ya compañeros inseparables. La puesta de sol es lo único que da luz y brillo a este lugar.
No llegamos a recorrer todo. El sol se ponía. Una nota más de nostalgia. En uno de los vagones figura escrito "Así es la vida" (no lo pude fotografiar pero lo he visto en fotos de otros en la web). Mejor resumen imposible.
Partimos a Uyuni, a cenar vamos a una pizzería, El Faro Blanco. Uyuni es más turístico y casí todos los sitios son de comida internacional. Teníamos hambre y pedimos con ansia, al final nos sobró buena parte de la comida. La verdad es que las pizzas no estaban demasiado buenas. En los sitios que, sobre los más jóvenes, han pedido pizza, no han resultado demasiado buenas. Sandro y yo, como siempre nos tomamos una sopita.
Después de cenar, vuelta al hotel a descansar. Algunos subieron al mirador a ver las estrellas. Antes de dormir un buen mate de coca......

Esta foto es del techo de mi habitación. Bloques de sal con breves estalactitas. Alguna noche nos llovió agua salada.

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