Como es el cumple de Hernán, quedamos todos a desayunar a las 9. Jonny se ha encargado de traer una tarta, enorme, como las que vimos en el mercado, de varias capas de bizcocho de distintos colores y sabores.
Al llegar al comedor nos enteramos de la situación de Sofía, toda la noche vomitando. Han llamado a Gonzalo, pero al parecer estaba apagado o sin cobertura y han contactado con su seguro, Mapfre, que queda en mandar un médico. Como la llamada es a España, contactar les lleva un rato. Antes de salir Lourdes había contratado un seguro para cubrir estas eventualidades.
Desayunamos cantando el cumpleaños feliz a Hernán e invitamos a las dos mesas que están el el comedor, todos extranjeros, no se si hablaban inglés o francés, fue Susana la que les hizo los honores. Muy agradecidos se levantaron a felicitar a Hernán.
Después del desayuno y pendientes de los médicos, salimos a dar una vuelta, todos menos Lourdes y Sandro, que se quedan con Sofía esperando. Gonzalo ha llegado y ha propuesto un tratamiento. Como está avisado el médico de Mapfre, deciden esperarle.
Esta es la Plaza 10 de Noviembre, centro neurálgico de la ciudad y, como en todas las plazas centrales en Bolivia donde se concentran todos los poderes. Pequeños puestos de helados en la plaza.
Me llamaron la atención estos chicos barriendo la calle, les pregunté. Los colegios y centros educativos de Potosí se turnan por días y zonas para limpiar las calles. No hay servicio público de limpieza. La verdad es que, en general, las calles me parecieron bastante sucias.
Estuvimos callejeando por el centro. Entramos en la Catedral por los pelos que ya estaban cerrando. Es una basílica menor con estilo barroco e influencia neoclásica. Posee una fachada de piedra y está situada en la Plaza 10 de Noviembre. Fue construida entre los años 1808 a 1838 en el sitio donde la antigua iglesia construida en 1564 se derrumbó en el año 1807.El cerro, siempre el cerro. Imponente. Las casas recuerdan, dormidas, un pasado de esplendor.
Luego, por una especie de calle peatonal (creo que la calle Sucre, si no la paralela) entramos en dos tiendas, una muy pequeña en un primer piso, a ver tejidos y prensas de ropa y bolsos y carteras, y compramos alguna cosa. Luz un bolso para regalar. En la segunda tienda, a pie de calle, Hernán y Ana se compran unos gorros muy chulos. Ana estilo parisino-boliviano, y Hernán de capitán pescanova del altiplano.
En estas, a Álvaro le llama su madre y se va con Alex a buscar una farmacia a comprar Primperan, una medicina para cortar los vómitos. Lo de Sofía puede ser una infección estomacal, que puede estar agravado por la altitud.
Otra vez de vuelta los dos nos lleva Hernan a probar las típicas salteñas, una especie de empanadilla, de pollo o carne que se comen con cuchara, se muerde un externo y dentro tiene una especie de guiso. Están muy ricas, a todos nos gustaron mucho. Sólo comimos una, aguantándonos las ganas de repetir por que habíamos quedado a comer a las 12:30.
Después de las salteñas fuimos al hotel a ver a la enferma. Para amenizar la espera, charla y mus.
Cargamos las maletas en el microbús. Apareció el médico enviado por Mapfre Salud, y mientras atendía a Sofía fuimos a comer.
Comimos en el Restaurante Hotel Santa Teresa (enlace Web), platos típicos, ensalada fría, sopa de maní, riquísima (a ver si un día me animo y la hago), y luego a elegir picante de pollo mixto y Chateaubriand (es carne de ternera con una salsa compuesta de grasa de carne y mantequilla).
Yo pedí mixto de pollo, sin caer en la cuenta en lo de mixto: Al pollo le acompañaban dos filetes de lengua de vaca. Los saque a otro plato y se lo pase a Alex y Álvaro mayor, que lo probaron y dijeron que estaba buena. Tampoco me comí las patatas deshidratadas que a mi me saben mal, se llaman chuño. Es lo que menos me ha gustado de la gastronomía boliviana. Llegó Jonny a por algo de comida para Lourdes y Sandro que llevaron a Sofía a pinchar un antibiótico en un consultorio.
El restaurante es un sitio muy bonito, un patio con fuente en el centro. No es de los mejores sitios que hemos comido, pero era muy agradable.
En cuanto Sofía estuvo en el microbús y se acomodo lo mejor que pudo para acometer un viaje que temíamos duro, iniciamos el camino a Uyuni. Nos despedimos con auténtico afecto de Jonny, una persona muy especial, inseparable de su Potosí y su historia que es la suya personal.
De Uyuni nos separan solo 180 kilómetros, pero cuatro horitas de viaje (a la increíble velocidad de 45 km por hora). El recuerdo del trayecto de Sucre a Potosí nos hacia temblar.
Pero lo cierto es que no se nos hizo demasiado largo. La espectacularidad del paisaje del altiplano nos tenía en trance. Es como la frontera entre dos mundos. El efecto es de desconexión. Los ojos solo alcanzan a ver montañas, planicies infinitas, cuencas de ríos y torrenteras secas, cañones y formaciones geológicas imposibles en un entorno desértico. Solo las llamas.
Como en el viaje a Potosí, en las cuestas no íbamos a más de 30 km por hora y sin aire acondicionado. La carretera con fuertes pendientes y curvas pero en muy buen estado.
Hicimos un par de paradas. la más la más larga en un valle para fotografiar las llamas de más arriba. Casi anocheciendo en un pueblo minero, Pulacayo (militarizado, según Hernán) a ver unos trenes en desuso. En estos momentos de caída de la producción minera, de plata entre otros minerales, casí parece un pueblo fantasma.
El Hotel Palacio de Sal, nos ha impresionado. Totalmente hecho de sal, cada habitación es una especie de iglú. Tiene zona de juegos con billar, un mirador, salas con chimeneas funcionando, todo muy cuidado y con personal muy atento. Referencia en tripadvisor.
Después de cenar, subimos al mirador a ver las estrellas, la llama mayor y la menor (esto es un descubrimiento astronómico mío), y la Cruz del Sur y los chicos se pusieron a jugar al billar, Santi y yo al ajedrez, dos tablas, y el resto charlando. El mate de coca inseparable.
Alex dejo de jugar al billar, paquete se encontraba mal y fue a vomitar. Nos retiramos ya todos a la cama esperando la mejoría de todos para el día siguiente.
Hicimos un par de paradas. la más la más larga en un valle para fotografiar las llamas de más arriba. Casi anocheciendo en un pueblo minero, Pulacayo (militarizado, según Hernán) a ver unos trenes en desuso. En estos momentos de caída de la producción minera, de plata entre otros minerales, casí parece un pueblo fantasma.
Es un autentico museo del ferrocarril. Las viejas locomotoras de vapor que ahora están ruinosas son de las primeras que entraron a Bolivia hacia el fin del siglo XIX y transportaban la plata extraída. En Pulacayo se resume parte de la historia de Bolivia, la explotación minera llevo allí el primer tren del país, allí se enriqueció Aniceto Arce, que terminó siendo presidente de Bolivia. Allí llego el legendario Butch Cassidy atraido por las riquezas (basado en esta historia se rodó la película "Dos hombres y un destino", con Paul Newman y Robert Redford), allí se gesto uno de los movimientos sindicales más poderosos de Latinoamerica ("La tesis de Pulacayo")
La locomotora de abajo, una Consolidation 66, fabricada en Estados Unidos, y la misma en una fotografía con los mineros en la estación de ferrocarriles de Pulacayo, cerca de 1905. Esta máquina de vapor y algunos de los vagones de madera que aún permanecen en pie (ver foto superior), son asaltados por Butch Cassidy y Sundance Kid en la pelicula "Dos hombres y un destino". La realidad fue distinta, en 1908, Butch Cassidy y Sundance Kid, que habían llegado a Bolivia huyendo de la policía norteamericana y buscando sus riquezas, atracaron un convoy de mulas con la paga de los mineros de la mina de San Vicente. Fueron abatidos por el ejercito boliviano. En esta localidad, San Vicente, están sus restos y tratan de explotarlo turísticamente. Aquí una web sobre el hecho.
Hicimos una última parada, breve, para disfrutar de la puesta de sol en estas tierras infinitas.
Ya en Uyuni, dejamos en microbús y nos subimos en dos Toyota Land Cruiser (el rey en estas tierras). Para acceder al hotel hay que ir en 4*4. Nos despedimos con pena de Gonzalo y continuamos el viaje. Uyuni está más bajo que Potosí, a unos 3.700 metros. Parece que ya todos hemos superado los efectos del Soroche. Gonzalo, ojalá cumplas tu sueño y vayas a Brasil a estudiar la especialidad en cirugía maxilofacial, suerte.
De noche, el cansancio acumulado, en un lugar que nos parecía inhóspito el cambio de vehículo se mi hizo totalmente irreal.
En Uyuni paramos a cambiar por pesos bolivianos y probar los aseos públicos, de pago. Continuamos camino por pistas hasta el hotel.El Hotel Palacio de Sal, nos ha impresionado. Totalmente hecho de sal, cada habitación es una especie de iglú. Tiene zona de juegos con billar, un mirador, salas con chimeneas funcionando, todo muy cuidado y con personal muy atento. Referencia en tripadvisor.
Después de cenar, subimos al mirador a ver las estrellas, la llama mayor y la menor (esto es un descubrimiento astronómico mío), y la Cruz del Sur y los chicos se pusieron a jugar al billar, Santi y yo al ajedrez, dos tablas, y el resto charlando. El mate de coca inseparable.
Alex dejo de jugar al billar, paquete se encontraba mal y fue a vomitar. Nos retiramos ya todos a la cama esperando la mejoría de todos para el día siguiente.
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